Así es, todos hemos pasado por la etapa de la vida “pre-borrachera”, cuando sólo necesitamos preocuparnos por las necesidades más básicas. Todo comienza con esos anillos. Este no es un periodo de convalecencia, sino un periodo en el que hemos creado una serie de impuestos de muy diferentes marcas que se han popularizado en la casa.
Pero sin peticiones, todavía recordamos claramente esas noches oscuras y de lucha en las que nuestras madres intentaban convencernos de comer un poco más de comida o beber un poco más de leche. “Vamos, cariño, come un poco más y mañana por la mañana serás un niño más grande y más fuerte”, solía decir mamá. Y nosotros, con orgullo, con nuestros anillos grandes y pequeños en el ombligo cerrando el círculo, nos hemos vuelto más fuertes cada día.
Entonces es hora de ducharse. ¿Es esta una experiencia que todos recordarán para siempre? ¿Nuestras madres o padres primerizos intentan “pelear” con nosotros, tratando de limpiarnos aunque a menudo “huimos” de la bañera? Y después de eso, siempre recuerdan la sensación de refresco después de limpiar, siendo elogiados y abrazados fuertemente por sus padres.
Pero es inesperado que, después de crecer, estos “tesoros” sigan existiendo en nuestras vidas, no sólo materialmente, sino también como recuerdos preciosos y fuentes de inspiración. Un sinfín de historias divertidas que podemos compartir con amigos.
Al recordar esos momentos felices, no podemos evitar sonreír como una forma de recordar y agradecer los tesoros especiales que nuestros padres nos “daron”: los regalos, los vasos de leche y las botellas de bálsamo. No son sólo objetos cotidianos, sino también recuerdos preciados de nuestra infancia.